miércoles, 30 de junio de 2010

DIA DOS
Dos y cuarto de la tarde. Me llaman de Aerolíneas Argentinas “Señora Alonso, usted no tomó el vuelo de las 14h?. Le digo “por supuesto que no, nadie me llamó para avisarme” “esto lo anunciaron ayer cuando suspendieron el vuelo” (me acuerdo del empleado expeditivo) “pero no se preocupe que la ubicamos en el vuelo de esta noche. Ah!, su maleta va en el de las 14 pero no se preocupe que cuando llega a Madrid la reclama. “ok, no me preocupo, por cierto; me podra ubicar en primera?, seria un detalle que compensaría todo” “bueno si es asi, no hay problema”.
ESA! Viajo en primera esta noche con champagne y entiendo porque pasó todo esto y mientras disfruto del tiempo que me queda y le cuento a amigos y allegados la gran aventura de ayer a la noche, me muero de la alegria porque estoy harta de ser turista, y el par de veces que viajé en primera sentí que era otro medio de transporte; que no tiene nombre pero es mas parecido a la tele-transportación: No sentís pozos de aire, te sentás y te tratan como a Madonna, elegís el menú, dormís en una cama, hay otros ruidos en el avión porque es bien adelante. No te enteras del dolor de piernas, de los baños chamuscados, de las azafatas sin paciencia, de la comida enlatada. No te enteras porque simplemente estas en otro medio de transporte que limita con aquel por una cortinita pero que atravesándola la vida se vuelve una flor.
Me vuelvo a despedir de mi familia ya no como siempre y llego a Ezeiza con un candombe de morir.
Encuentro a Nacho, un colega de mis primeros años en Madrid que viaja junto a su amigo Gonzalo que yo intuí, amigo de toda la vida. Les comento que viajo en primera y que voy a intentar de invitarlos al VIP antes de subir al avión y nos tomamos una birra. Llego al cheking y me dicen que estoy en la lista pero que no tengo prioridad y que me dan el asiento de emergencias. Hoy no tengo misión Calcuta y comienzo a revelarme. Me voy al mostrador 201 a reclamar el dinero del remis al aeropuerto, según me habían prometido y, al no haber nadie, empiezo a piquetear. “ya mismo un empleado de aerolíneas argentinas que nos atienda!. Estamos en la cola de reclamaciones (eramos 5) y que venga ya mismo (!) un empleado. Yo haciéndome la punky, pensando en el champagne pasando la cortinita que otra vez mas no voy a poder degustar.
Termino todos mis tramites y Gonzalo dice que conoce el VIP de American Express y que podemos ir a esperar para embarcar.
Los tres contentos hacemos una cola de 1 hora pasando las maletas por las cintas y aunque todo fuera de control, yo festejo por no estar tan sola en los pasillos largos con deja vú.
Tenemos 40 minutos para embarcar. Nos vamos a buscar el VIP de Gonzalo. Atravesamos varios free shop, pasillos, curvas, lugares en obras, nosotros de fiesta.
Llegamos y entramos como pancho por su casa.
Mientras preparo unas tapitas, los chicos cogen unas latas de Quilmes y eligen el lugar. Empezamos un debate excitado, profundo y sincero sobre la soltería y el noviazgo. La charla sube de tono. Cada uno resumiendo su vida, sus inquietudes, sus deseos, sus pánicos. Todo con volumen “de tengo toda la noche para charlar y mira toda la energía que tengo y la capacidad de volver sobre mis palabras para reconsiderar lo que sea, porque que bien que me la estoy pasando y que dure para siempre”. Segunda ronda de birras. Sigue pagando American y nosotros ya hablando de hijos, de la muerte y otros temores. Gonzalo busca la tercer ronda de Quilmes y Nacho curiosea la hora. 23.28! El vuelo salia y veinte!. “no puedo creer lo que me esta pasando en este instante”.
Salimos corriendo a todo volumen. “que alguien corra mas rápido!”
Llegamos a la puerta y nos preguntan “donde estábamos, los buscamos por todos lados, gritamos en los pasillos, pero no pudimos esperarlos”. “Ustedes no pudieron esperarnos 10 minutos y yo ayer espere 6 horas para volverme a mi casa?”. “Teníamos turno de partida y si no despegábamos teníamos que esperar media hora”. Media hora! “Abrí el avión” dice Nacho, “dejanos subir”, “estábamos en el baño porque nuestro amigo vomitaba y bla bla...” y entonces los minutos de entender, de no entender nada, de que pasó, de como puede estar pasando esto.
Al salir de Ezeiza admiramos nuestra capacidad de relajo que fue sorprendente. Esto, que no te pasa nunca pero que si te pasa no te vuelve a pasar, pasó. El avión se fue sin nosotros y nosotros terminamos en las tabernas de Buenos Aires.
Piensé que cuando estoy en un avión esperando a pasajeros con retraso, no voy a putear mas. Ahora pienso, que bien que me vino quedarme otro día mas en Buenos Aires. Y ahí fue cuando pensé, hacer Tonta y Sola en Ezeiza, aunque la aventura aún no había terminado.

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